Nací en un pueblecito pequeño de la provincia de Madrid, que se llama Ambite de Tajuña Tenía una fábrica de harinas y otra de remolacha para convertirla en azúcar. Del trabajo en las fábricas vivía todo el pueblo.
A mi pueblo lo baña el río Tajuña y por la ribera del río había unos paseos muy bonitos con una gran alameda; los bancos eran dos piedras grandes con un tablón encima. A nosotros nos parecía que aquello era un paraíso.
Después de 40 años volví a mi pueblo. Me dio una alegría inmensa ver la casa donde nací: el corral, el huerto, pasear por las calles donde pasé mi infancia. Experimenté un sentimiento de nostalgia muy entrañable al ver el colegio, recordé cuando fui por primera vez. Voy a transcribir una poesía que recuerdo de mis tiempos de escuela:
¡Una gota nubecilla!,
dijo sedienta una flor.
No puedo, que voy deprisa
dijo la nube, y pasó.
Por el calor abrasada
murió la pobre infeliz.
Al mendigo que te ruega
no lo respondas así.
Los amigos de la infancia con los que compartía juegos, ahora no los reconocía, suerte de mi hermana mayor que como no ha dejado de ir al pueblo, los conoce a todos y me los iba identificando. ¡Qué alegría volver a rememorar nuestras travesuras!
La parte desagradable de aquel viaje fue la desilusión que me lleve cuando vi la casa de mis abuelos toda derrumbada; me entro una mala ralea, que ya os la podéis imaginar.
Mi tía se quedó con la casa de los abuelos a cambio de cuidar a mi abuelo. Pero la realidad es que mi abuelo estaba más tiempo con nosotros que con mi tía. ¡en fin, así es la vida!
Tomás Fernández
Participante
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